Jesús aparece sedente, despojado ya de sus vestiduras, con las manos entrelazadas y la cabeza que se alza suplicante hacia el Padre Eterno, en los momentos previos a la Crucifixión. Este modelo se aparta, pues, de la tradicional iconografía del «Jesús de la Humildad y Paciencia», en el que Cristo, apesadumbrado, apoya su cabeza en una mano, mientras que la otra queda libre. El tema fue consagrado por Durero en sus grabados de la pequeña y gran Pasión (1510-11), aunque se había plasmado previamente en las iconografías germanas del Varón de Dolores.
Nuestro Padre Jesús de las Penas es obra de José de Arce, del año 1655, como quedó documentado en la última restauración del Cristo por los hermanos Cruz Solís.
Procesiona en un paso neobarroco y dorado, iluminado por candelabros de guardabrisas. Fue tallado por Antonio Martín (1980), con respiraderos y dorado de Calvo y figuras de Ortega Bru.

Nuestro Padre Jesús de las Penas, restaurado en 1977 por Francisco Peláez del Espino, forma parte de un sugestivo Misterio. Junto a Cristo, los sayones se reparten las vestiduras y preparan la crucifixión. Por ello, los sicarios, próximos a un guardia romano, abren un hoyo para fijar la Cruz. Y sobre el monte observamos la túnica inconsútil y los dados para su sorteo. La escena, obviamente, se hace eco del pasaje evangélico que dice: «Por lo que dijeron entre sí: No la dividamos, mas echemos suertes para ver de quién será. Con lo que se cumplió la Escritura, que dice: «Partieron entre sí mis vestidos, y sortearon mi túnica. y esto hicieron los soldados" (Sal 21,19; Jn 19,24).
Todas las figuras que representan la escena descrita, a excepción del Cristo, fueron ejecutadas por Castillo Lastrucci en 1952. Recientemente la pátina del Cristo de las Penas fue retocada por Luis Ortega Bru en 1982, año en que fallece el mencionado escultor, por lo que ultimó esta labor Manuel Calvo Camacho.

Texto: Las Cofradías de Sevilla en el siglo XX. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.