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Pontificia y Real Hermandad Sacramental, Nuestra Señora de Roca Amador, Ánimas Benditas, Beato Marcelo Spinola y Primitiva Cofradía de Nazarenos de María Santísima en su Soledad |
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Imagen
de candelero para vestir |
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La Soledad de María
ha de interpretarse como un singular epílogo de la Pasión y Muerte de
Nuestro Señor Jesucristo; de ahí, su especial significación como
broche de oro de la Semana Santa hispalense.
Cristo ha sido sepultado. El sudario pende aún encintado del patibulum de la Cruz. Y María Santísima, ante el madero, amargamente su honda Soledad. Este, y no otro, es el modelo Iconográfico
sevillano de
la Virgen de la Soledad María Santísima en su Soledad, titular como
sabemos de la Cofradía que radica en la parroquial de San Lorenzo. |
Broche de Oro de la Semana Santa |
La
Virgen está datada por unos hacia 1600; y por otros, como obra
posterior. Nosotros suscribimos la primera de las atribuciones, pues el
análisis morfológico de la talla nos remite a los conceptos estéticos
imperantes en las postrimerías del quinientos y en los albores del
siglo XVII. Período ecléctico en el que perviven fórmulas
tardomanieristas junto a las propias del primer realismo que, a corto
plazo, habrá de imponerse en la escuela sevillana de imaginería. Esta
efigie de la Virgen de la Soledad fue reencarnada en 1812. En 1864, el
conocido escultor Manuel Gutiérrez-Cano se encarga de su restauración.
Posteriormente, en 1916, será el pintor Carlos García Eiris quien
acometa de nuevo la tarea, cobrando por su trabajo 200 pesetas, Más
tarde, el renombrado pintor Santiago Martínez encarnó las manos de la
Señora en 1953, Y, por último, en 1985, la imagen será nuevamente
restaurada por Joaquín Arquillo, Silvia Martínez y Juan Abad. |
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Empieza
nuestra Semana Santa oculta apenas pasada la medianoche del Sábado Santo,
cuando se cierran las puertas de San Lorenzo, robando la luz de la
candelería de la Soledad, y sus hermanos se reúnen en torno a Ella para
felicitarla porque su Hijo ha resucitado. Fuera, la multitud se disuelve
por las calles quietas del barrio de San Lorenzo. Esta noche aprendemos
que no se crece ante las emociones, y nos sentimos como cuando éramos
niños, y el Sábado Santo nos dormíamos llorando. Una pena no adulta nos
invade al atravesar la ciudad de vuelta a casa, pisando cera sobre la que
ya no caerá otra cera. Y nos desborda cuando llegamos y vemos los
programas de cada día, doblados y gastados; la Cruz de Malta que nos
pusieron en la solapa la mañana radiante de San Juan de la Palma, y que
no quisimos tirar; la túnica colgada, manchada de cera: la papeleta de
sitio que llevamos bajo el esparto, junto al corazón. Y sentimos una
contradictoria pena en la noche grande de la Pascua. |
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"¡Gracias,
Dios mío, porque me diste el honor de nacer en España! ¡Gracias, Dios
mío, porque me diste la suerte de vivir en Andalucía!, ¡Gracias, Dios
mío, porque me has dado la gloria de vivir en Sevilla, y de poder verte
con mis ojos en la terrible Majestad de tu Gran Poder, en el excelsa
serenidad de tu Pasión, en la dulzura de tu Buena Muerte, en el pavoroso
abandono de tu Amor, en el portento de tu Expiración o en el descenso
funerario de tu Quinta Angustia! Gracias, Señor, porque me permites ver y
hablar con tu Madre Santísima, en su Amargura, en su Piedad, en sus
Penas, en sus Dolores, Angustias y, sobre todo, con esa que hablo casi a
diario, esa Virgencita pálida, pobre, descolorida, menuda, la última de
todas... ¡Virgen mía de la Soledad! |
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