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Pontificia, Real, Ilustre y Antigua Hermandad y Archicofradía de Nazarenos de la Sagrada Oración de Nuestro Señor Jesucristo en el Huerto, Santísimo Cristo de la Salud y María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos |
Capilla de MonteSión. Hermandad de Montensión. Capilla de Montensión |
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Imagen de candelero para vestir |
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La Virgen, de dulces facciones, refleja una cierta ensoñación y melancolía. Su óvalo, muy afilado en la restauración barroca, posibilita dos visiones diferentes: una frontal y otra con el punto de vista muy bajo. Por entonces, le colocaron los ojos de cristal, le entreabrieron su boca menuda, practicaron un grácil hoyito en la barbilla, e incluso la policromaron de nuevo. El cuello, sin embargo, quedó sin anatomizar. El volumen de la frente despejada y la caída de sus grandes ojos concentran la fuerza expresiva en el entrecejo, de suave pellizco, y en la rotunda nariz de carácter hebraico. La cabeza de la imagen, voluminosa, así concebida para llevar manto y toca de sobremanto, se inclina dulcemente hacia la derecha. En origen lucía una cabellera suelta que fue retallada por Buiza en 1976. Ahora, el pelo se recoge con una castaña y trenza sobre la espalda y tan sólo dos guedejas flanquean el rostro. |
Las manos, anchas, quiebran suavemente sus estilizados dedos para buscar la fuga. Las carnaciones muy claras presentan como base una capa de minio. Sus tonalidades rosáceas, obtenidas mediante un procedimiento de veladuras, nos recuerdan la policromía original que aún conserva la figura angélica de la misma Hermandad, obra de Jerónimo Hernández, muy remodelada también hacia 1670. |
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En
numerosas ocasiones se ha conectado esta imagen con el quehacer del
taller Roldán y, muy especialmente, con el de su hija Luisa. Para
asentar tal atribución, se indican las semejanzas estilísticas entre
los rostros de los ángeles pasionarios de Santa Catalina, obras de la
Roldana, y el de Nuestra Señora del Rosario. |
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Reina de MonteSión |
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"...La que anuncio es la Semana Santa oculta de las fotografías de imágenes que se guardan en las carteras, que presiden la intimidad de los hogares, que llevan consuelo a las habitaciones de los hospitales. La de los cultos internos, la de las visitas solitarias a las capillas en las que viven las imágenes. La Semana Santa de las mujeres del barrio de la Feria que, durante todo el año, entran por la mañana en Montesión, para llorar con la Virgen del Rosario sobre lo que esperaron, y la vida no les dio, o sobre lo que les quitó, para pedirle lo que aún aguardan, y agradecerlo lo que tienen, mientras la Virgen las oye en la soledad de la pequeña capilla, inclinando delicadamente la cabeza. La del Señor despreciado por Herodes llenando cada día la capilla sacramental de San Juan de la Palma de su silencio blanco. La de Pasión cuando al pisar levemente el Sagrario del Salvador, se hace mas pozo hondo de aguas jamás turbadas por brisa alguna, más misterio que solo desvela su dulzura a quien se abisma en Él durante horas." Fragmento del Pregón de la Semana Santa 1996. Carlos Colón Perales |
Regina Sacratissimi Rosarii |
"...Sería
impensable, en la Sevilla popular, esta severidad morada y azul marino.
Si la ciudad señorial del centro extremaba en esta semana el medido
lujo de sus elegantes penitencias, los barrios, pobres, volcaban en sus
cofradías y sus túnicas las alegrías y lujos que no tenían, que
todas las penitencias y las mortificaciones, ya se las había dado la
vida. Por eso esplende tanto, rosarios de oro, manto "arrecogío",
marchas alegres, la Virgen del Rosario al llegar a la Alameda. Gozó de
antiguo las riquezas de sus devotos que iban las Indias, pero también
conoció el abandono y las fatigas de sus vecinos de la calle Feria, de
la Plaza de Caño Quebrado, del corral de la Casa de los Artistas, y
desde ellas renació, la para siempre plena de gracia popular. Por eso,
ésta de Montesión por la Alameda es otra Semana Santa -más próxima,
más alegre- pero es también, y en ello está el secreto más hermoso,
la misma Semana Santa que la de la Quinta Angustia en la Magdalena. Que
difícil es hacer entender a quien no haya visto crecer la Semana Santa
en las entrañas de la ciudad, que no hay fronteras entre el paño
morado y el terciopelo negro, entre el bronce y el oro, que todo es uno
y lo mismo, porque aunque diversas sean las formas de amar, el objeto de
amor es único." Fragmento
del Pregón de la Semana Santa 1996. Carlos Colón Perales |
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