Es cierto, la primavera también llega a Granada en septiembre. Toda la ciudad y provincia –creyentes y no creyentes- se dispone a visitar la Casa de la Madre, la Basílica de la Virgen de las Angustias. Y todo el pueblo, como es natural en los hijos, acude con pétalos de flores, con racimos de rosas, para purificar el aire. El día quince tiene lugar la ofrenda floral, (a las 18 horas) aunque todo este mes de septiembre está repleto de cultos marianos. La Carrera de la Virgen se convertirá en un río de aromas y esencias. Todo el espacio será poco para venerar a la Reina y Madre de Granada. Decenas de horquilleros cuidarán de que todas las ofrendas sean puestas con el mimo y cuidado con el que se entregan.  Desde 1982 se sucede esta explosión de júbilo y amor, difícil de narrar con palabras. Este año, una acertada novedad, que deseo subrayar: Sólo podrá ocuparse el puesto en la tanda correspondiente, vistiendo el traje negro reglamentario, no permitiéndose chaqué. Es una acertadísima idea, que aplaudo, puesto que la fiesta cristiana de la alegría no debe ser un lujo reservado a los más pudientes, que son los que pueden aspirar a esas prendas; la fiesta viene del convencimiento de que somos amados por Dios y de que Dios está con nosotros. La Iglesia ha de ser la Iglesia de los pobres, porque nuestro corazón no puede estar en paz mientras haya pobres y marginados en cualquier esquina de Granada.

Foto enviada por Juan Carlos

En pleno siglo XVII, la popularidad de la Virgen de las Angustias, había sobrepasado a la de otras devociones marianas que había en Granada, como la de Nuestra Señora de la Antigua.  El auge de la devoción era paralelo al aumento del culto. En el siglo XVIII, la Hermandad alcanza la protección por parte de la Corona, desde que el Rey Fernando VI declara a la Hermandad de su Real Patronato, nombrándose Hermano Mayor y vinculando esta gloriosa prerrogativa, perpetuamente en su Real Familia y en su Descendencia. Es cierto, la Hermandad ha evolucionado a lo largo del tiempo y una cosa no ha cambiado en ella: la profunda devoción a su Excelsa Patrona y el celo por extender su gloria, no olvidando que Ella será siempre el amparo de Granada.

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