Foto: Rafael Márquez

Ostensorio con Jesús Sacramentado en  San Gonzalo

A Jesús Sacramentado

Juana Carou

Muerta he de estar ¡Amor de mis amores!
Muerta he de estar y en polvo convertida
Y mis cenizas ¡Vida de mi vida!
Han de cantar tus glorias y loores.

Y de mi ser los átomos perdidos
Vagarán por el ancho firmamento,
Y a tu Sagrario volarán rendidos
A adorarte en tu Augusto Sacramento.

Muerta he de estar, Señor, materia inerte
Será mi corazón, ceniza fría,
Y de esta ceniza que formó la muerte
Te adorará Señor, de noche y día;

Y en mi cadáver, en mi cuerpo frío,
Del santo fuego que mi pecho inflama,
Tu podrás contemplar, dulce Amor mío,
La huella que dejó su ardiente llama;

Y hallarás el recuerdo peregrino
del divinal amor que arde en mi pecho,
En esa huella que tu amor divino
Dejó en mi pobre corazón deshecho.

Muerta he de estar Señor, y mis despojos,
mezclados con la tierra de mi fosa,
Y las frías cenizas de mis ojos,
Te enviarán mirada cariñosa,

Que de mi cuerpo la ceniza helada,
Do quiera que repose a su manera,
Aunque esté convertida en polvo y nada,
Te adorará, Señor, cuando me muera.

Muerta he de estar, Divino Jesús mío,
Y sin cesar te adoraré, Señor;
De mis restos el polvo helado y frío
Te cantará eternal himno de amor.

Y hasta los fuegos fatuos que mis huesos
Produzcan en el campo funerario,
Serán ¡dulce Amor mío! santos besos
Que mis labio envían al Sagrario.

En su fragancia la silvestre flor
Que nazca donde está mi sepultura,
De mis frías cenizas al calor,
te llevarán mis cantos de ternura

Y del aire las alas al tocar,
Mis restos fríos mi ceniza helada,
Al volver tu Sagrario acariciar,
te llevará los besos de mi nada.

Y hasta las bellas gotas de rocío,
que besan las corolas de las flores
Que crezcan do repose el cuerpo mío,
Convertidas en mágicos vapores,

Con las alas del viento confundidas
Entrarán en tu templo sacrosanto,
Y a tu Sagrario llevarán rendidas
De mi cadáver el humilde canto.

Alma no tiene, dueño idolatrado,
El Sol fulgente que en el Cielo brilla,
Y sin cesar te adora dueño amado,
Canta tus glorias y ante ti se humilla.

Alma no tiene la brillante estrella,
Que esparce su fulgor en noche oscura
Y vertiendo en el éter la luz bella
Canta, señor, tu gloria y hermosura

Alma no tiene la fragante flor
Que ostenta su belleza en el jardín,
Y al exaltar su delicado olor,
te adora cual ardiente Serafín.

Así mis restos en la oscura fosa,
sin derramar fragancia ni fulgor
Bajo la fría y olvidada losa,
Te cantan tu gloria y tu loor.

Y tú que ves, Señor, lo que escondido
Existe para el hombre en este suelo,
Verás mi cuerpo en polvo convertido
que te adorará señor como en el Cielo.

 

 

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