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Donde Cuerpo y Alma se Separan |
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Coincidiendo
con el mes de Noviembre traemos hasta la web un apartado dedicado a las
imágenes y azulejos de los titulares de nuestras hermandades en el
Cementerio de San Fernando. Como acompañamiento a estas fotografías hemos querido incluir el articulo titulado "Cachorro de la Esperanza" publicado en el Boletín de las Cofradías en el mes de Noviembre de 1991, cuyo autor es Francisco José Vázquez. |
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"Confieso
que me impresionó verte allí. Tu imagen, al aire tibio de Sevilla,
como en la tarde de Semana Santa. Pero esta vez no en medio del puente
que une las dos orillas de la ciudad. No, esta vez estaba plantada Tu
figura inconfundible en ese otro puente que une las dos orillas
definitivas de la existencia humana, las de la vida y la muerte. Te vi,
Cachorro, anclado, crucificado en una de esas centenares, miles de
cruces blancas y desnudas del cementerio. Entre los mausoleos y los
nichos, los panteones y las lápidas. Me sorprendiste, me hiciste pensar
-como siempre: es Tu obligación- y comprendí que ningún otro sitio
mejor que aquel para encontrarte. Allí donde cuerpo y alma del hombre
se separan y quisieran hacerlo aprendiendo de Ti el modo y la belleza. |
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Siento
pudor -también lo confieso- de hablar de estas cosas... la muerte, la
vida, la eternidad, el más allá... qué sé yo sobre todo esto, qué
sabemos ninguno de nosotros. Temo hacer literatura. manosear términos
que en realidad son los grandes enigmas del hombre. Temo
"filosofear", dejarme arrastrar por la torpe facilidad que da
la pluma al correr sobre el papel. Temo olvidar lo difícil que es abrir
la boca luego, cuando llega la hora de la verdad, del desconsuelo, del
trance sensible y susceptible que ahoga a quienes acaban de perder a un
ser querido. |
Pero
no me importa - eso no - meterme por un momento en este ambiente de
Noviembre que vuelve un año más pegando pellizcos a la memoria,
abriendo la cancela de los cementerios a la cita inevitable de Todos los
Santos... cuando las hermandades llenan de escudos las páginas de
esquelas en los periódicos y hacemos excepción a la regla de no
acordamos de que a esa hora todos estamos citados. No.
no me importa después de haberme encontrado contigo. Cachorro del
camposanto sevillano. Porque Tu escultura allí es hermoso contrapunto
de esa otra cara de la muerte que sigue
siendo la única manera que tenemos de entenderla, esa que Valdés Leal
nos retratara en sus Postrimerías: final de gusanera y podredumbre...
el lado tétrico de la muerte. Con qué facilidad se nos olvida que las
almas de los que ya no son o no están con nosotros treparon por los
cipreses para elevarse a la morada prometida. Tú
estás ahí para recordárnoslo Señor. Con Tu carne palpitante y la
estremecida ternura de Tu sangre contrastando con el gesto duro e
inmóvil de las sepulturas. Para decirnos de nuevo que este último
tránsito no es una despedida ni un acabamiento. Es sólo un atardecer,
un declinar que quizá nos pone tristes, pero de una hermosura
imborrable cuando se mira de frente. Porque la oscura noche que deja es
día radiante en otro lugar, al otro lado de una misteriosa frontera de
luz. |
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Así la muerte ni existe, todo lo más ese túnel amargo de tragedia, de dolor, de vejez, de enfermedad o decadencia que la preceden pero que sirven para resaltar aun más su sentido de liberación; Porque la muerte -qué frase de Enrique Osborne- no es algo que ocurre sino Alguien que llega: Tú, Señor, que eres razón alegre de nuestra vida y no puedes ni quieres permitir que esto termine y por eso nos regalas la eternidad. Como repitiéndonos ese credo que no hace mucho nos legara con su propia muerte el padre Martín Descalzo: "
Morir solo es morir. Morir se acaba. Si
es que vivimos de espaldas al Evangelio, contagiados del temor
supersticioso a todo lo que se relacione con este tema, cruzando los
dedos, tocando madera, lagarto, lagarto. Como hacen los agnósticos, los
que renunciaron a Ti, los que "saben" que "después"
no hay nada y por ello proponen, eso dicen, vivir esta existencia lo
más intensa y alegremente posible. |
Tu
nos ofreces algo mejor, sin necesidad de huir de tabúes innombrables,
de volver la espalda a nada, de ignorar forzadamente lo que antes o
después sucederá. Y sin tener que ser fúnebres ni macabros ni
tenebrosos. ¿Acaso lo fuiste Tú, que no paraste de hablar de otra
cosa? ¿Acaso la imagen que de Ti conservamos en el corazón -con ser Tu
imagen moribunda la más reproducida- es la de un personaje lúgubre? Rotundamente
no. Fuiste. eres y serás siempre símbolo de vida. Bien claro lo
dejaste: "Dios no es Dios de muertos sino de los que viven". |
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¿O
es que se nos olvidó ya que somos dichosos, que estamos llenos de
esperanza? Contigo la muerte no hace sino devolverle la juventud -y ya
para siempre- a todos los hombres. No cesas de prometemos a los jóvenes
que bajo Tu sombra luminosa siempre seremos eso. jóvenes. Y así
se puede vivir más intensa y alegremente que nadie. Teresa de Ávila,
la del "muero porque no muero" es vivo ejemplo de vida
infatigable y plena, atareada, productiva y feliz. Lo del valle de
lágrimas (a qué negar el panorama que tenemos delante, pero todos) no
significa conformarse con aplazar los disfrutes a la otra vida porque
nadie como el cristiano está llamado a combatir las desgracias de este
mundo. Sabiendo que no puede ni debe mantenerse impasible ante ellas.
Conscientemente alegres, no frívolamente despreocupados. Y sin el miedo
a desaparecer un día, a no ser. Todo lo más el único miedo nuestro
debiera ser por lo que pudiésemos "dejar aquí sin hacer, los
esfuerzos que no advertimos merecían la pena, las oportunidades que
desaprovechamos de ser felices. |
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Ese sería el único legado auténticamente triste de nuestra muerte. Alguien me dirá de seguro, leyendo estas líneas, eso tan frecuente hoy en día, eso que se dice en un tono tan peyorativo:" no te pongas trascendente". Pero no cabe otra postura ante Ti, Cachorro, Tú la provocas. Cuánto más al encontramos con Tu perfil único erguido entre los mármoles del cementerio. Haciendo verdad los versos de Buzón: "porque
el Cachorro va muriendo Y
al fin y al cabo esa trascendencia donde nos lleva es a una verdad muy
elemental: que lo sobrenatural donde mejor se expresa es en lo sencillo.
Dios no vino a complicamos tanto la vida. Desde la fe no es tan difícil
de asumir la idea de la muerte. De esa sencillez sirve el ejemplo de un
recuerdo familiar, aquella túnica blanca y negra sobre el cuerpo del
viejo hermano que acababa de fallecer. Se buscaba la delicadeza del
cómo decírselo sin choques ni brusquedades a la viuda. Y bastó con
decirlo así: ¡ya está con el Cachorro en el cielo! Y a la viuda
-abuela de honda raigambre trianera en el Patrocinio le supo más
suave la noticia... quizá parecerá una ingenuidad pero desde la fe era
rabiosamente cierto ¡y fue la mar de sencillo! |
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Ya digo, Señor, un día de estos serán las alas del águila bicéfala coronada -el escudo de Tu hermandad- las que se posen para encabezar una esquela que nos cite a la misa por los hermanos difuntos. Por los que ya están contigo y son testigos de la alegría con la que el hombre podía hacer de su vida una experiencia más dichosa, los que habrán comprendido ya el sentido de las penas pasadas, de la fatiga y el cansancio y sobre todo del gozo y la esperanza... |
Sí,
recordaremos a los que ya no irán el Viernes Santo delante de Tus
andas, Señor, sino que habitan -lo sé- en Tu mirada. Haciendo realidad
también lo que proclaman las Sagradas Escrituras, que "Yaveh
cuenta el número de las estrellas y las llama a cada una por su
nombre". Nombres que quedaron grabados a punzón en el mármol duro
de una losa y que a Tus plantas, allá en el cementerio, descansan. Pero
cuyas almas apacientas en las alturas como un pastor cuidadoso. ¿No es
esa la profunda sensación que derraman acaso Tus ojos? Esos Tus ojos
aupados, esa mirada que tanto anhela el cielo como queriéndose fundir
con él allá arriba, que está diciendo que Tu mismo eres cielo, Tú lo
prometido, ya los clavos no importan, ni la muerte que te acecha, que
nos acecha. |
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La muerte no es nada, solo esa puerta misteriosa, ese tránsito, ese salto, ese puente, un instante. Lo que hay detrás -médula de nuestra fe- no es motivo de miedo sino de esperanza, leed el Evangelio. De ahí, Cachorro, Tu presencia oportuna en el cementerio, en ese eterno y definitivo Viernes Santo. Porque en Ti vemos, en lo tremendo de la hora última, la sencillez de lo que tanto nos asusta. Lo que aquel viejo sacerdote describió tan acertadamente quizá porque Tú le enseñaste que era así de sencillo: "Pensad
lo que será |
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Fotos:© Rafael Márquez |
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