2 de Noviembre

Finis Gloriae Mundi, Pintura de Juan de Valdés Leal. Iglesia de la Caridad

Finis Gloriae Mundi
 
("El final de las glorias del mundo"), pintura de Valdés Leal para la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla. Forma parte de las Postrimerías o Jeroglíficos de nuestro último fin, y verdadero compendio del espíritu ascético del fundador Miguel de Mañara que pueden ser confrontados en esencia con el "Discurso de la Verdad", que dice entre sus párrafos: "Contempla a tus padres, tu mujer, tus amigos ¡Que silencio! Sólo se oye al gusano y la larva. La mitra y la corona preciso fue dejarlas allá....."

En la pintura se nos representa una fosa en la que han sido depositados varios cadáveres, entre los que son reconocibles en primer término un obispo con su mitra y báculo y un caballero que lleva un manto con cruz de Calatrava. En la parte superior aparece la mano llagada de Cristo que sostiene la balanza en cuyos platillos se pesan respectivamente las obras positivas y negativas acompañadas de las inscripciones "ni más, ni menos" alusivas al Juicio Final, en el que serán sopesados los pecados y las virtudes.

Texto: Gerardo Pérez Calero

    In ictu oculi

El día 1 de noviembre recordamos la fiesta de todos los Santos, los que ya gozan del Señor. El día 2 se recuerda a los que se purifican en el purgatorio, antes de su entrada en la gloria. Bienaventurados los que mueren en el Señor, nos recuerda el Apocalipsis. Y añade: Nada manchado puede entrar en el cielo.

El purgatorio es la mansión temporal de los que murieron en gracia, hasta purificarse totalmente. Es el noviciado de la visión de Dios, dice el P. Faber. Es el lugar donde se pulen las piedras de la Jerusalén celestial. Es el lazareto en que el pasajero contaminado se detiene ante el puerto, para poder curarse y entrar en la patria.

In Ictu Oculi. (En un abrir y cerrar de ojos).  Juan de Valdés Leal
Postrimería. Hospital de la Caridad. Sevilla

Pero en el purgatorio hay alegría. Y hay alegría, porque hay esperanza. Del lado que caiga el árbol, así quedara para siempre, dice un sabio refrán. Y en el purgatorio solo están los salvados. En la puerta del infierno escribió Dante: "Dejad toda esperanza los que entráis". En la del purgatorio vio Santa Francisca Romana: "Esta es la mansión de la esperanza".

 Es una esperanza con dolor: el fuego purificador. Pero es un dolor aminorado por la esperanza. El lingote de oro es arrojado al fuego para que se desprendan las escorias. Así hay que arrancar las escorias del alma, para que, como un vaso perfecto, pueda presentarse en la mesa del rey.

    Ésta es la Mansión de la Esperanza

La ausencia del amado es un cruel martirio, pues el anhelo de todo amante es la visión, la presencia y la posesión. Si las almas santas ya sufrieron esta ausencia en la tierra—"que muero porque no muero", clama Santa Teresa—, mucho mayor será el hambre y sed y fiebre de Dios que sientan las almas ya liberadas de las ataduras corporales.

Las almas del purgatorio ya no pueden merecer. Pero Dios nos ha concedido a nosotros el poder maravilloso de aliviar sus penas, de acelerar su entrada en el paraíso. Así se realiza por el dogma consolador de la comunión de los santos, por la relación e interdependencia de todos los fieles de Cristo, los que están en la tierra, en el cielo o en el purgatorio. Con nuestras buenas obras y oraciones—nuestros pequeños meritos— podemos aplicar a los difuntos los meritos infinitos de Cristo.

Los paganos deshojaban rosas y tejían guirnaldas en honor de los difuntos. Nosotros debemos hacer mas. "Un cristiano, dice San Ambrosio, tiene mejores presentes. Cubrid de rosas, si queréis, los mausoleos, pero envolvedlos, sobre todo, en aromas de oraciones".

De este modo, la muerte cristiana, unida a la de Cristo, tiene un aspecto pascual: es el transito de la vida terrena a la vida eterna. Por eso, a lo que los paganos llamaban necrópolis—ciudad de los muertos—los cristianos llamamos cementerio —dormitorio o lugar de reposo transitorio—. Así se entiende que San Francisco de Asís pudiese saludar alegremente a la descarnada visitante: "Bienvenida sea mi hermana la muerte". Y con mas pasión aun Santa Teresa: " ¡Ah, Jesús mío! Ya es hora de que nos veamos".

Este es el sentido de la Conmemoración de los fieles difuntos. Como Conmemoración litúrgica solemne, la estableció San Odilon, abad de Cluny, para toda 1a Orden benedictina. Las gentes recibieron con gusto la iniciativa. Roma la adopto y se extendió por toda la cristiandad.

La Ánimas del Purgatorio. Alonso Cano. Museo de Bellas Artes. Sevilla

  [ Retablos y Azulejos de Ánimas del Purgatorio en Sevilla

  [ Monografía: Cuando María Viste de Luto en Sevilla

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