1 de Enero

La Virgen María y Jesús. Francisco Zurbarán

Después de ocho días de haber nacido el Hijo de Dios, la Iglesia dirige su mirada a la Madre de este Niño, que es Hombre y Dios. Esta fiesta es conocida en el rito siríaco como la fiesta de las felicitaciones de María: la Iglesia felicita a María por el don divino de ser Madre de Dios.

San Ignacio de Antioquía llama a Jesús: “el Hijo de Dios y de María”. El Concilio de Éfeso en el año 431 declaró esta verdad como un dogma que hay que creer. Es interesante ver que esta Octava de Navidad cae el día primero del año.

Iniciamos el año mirando este cuadro desbordante de ternura: la Virgen-Madre con su Hijo Hombre-Dios. Toda la grandeza de María está en este Niño divino. En su Hijo nos sentimos hermanos y la queremos como Madre. Ella nos alimenta con su intercesión, nos anima con su ejemplo, nos espera en el reino de su Hijo, nuestro hermano y Señor.

    Sancta Maria, Dei Genitrix

La divina Maternidad de María expresa su principal misión y grandeza que le hace asumir una relación con Dios enteramente particular. El título de “Madre de Dios” hay que entenderlo. No es que Dios tenga una madre como nosotros; no es que haya podido transmitir a Cristo la divinidad, la cual posee él desde siempre. El gran hecho, el más grande acontecimiento de la historia es que “el Verbo si hizo carne y vino a habitar entre nosotros” (Jn 12,14). Para comprender el máximo título mariano, debemos desplazarnos de María a Jesús. Los evangelios no llaman nunca a María “Madre de Dios”, sino “Madre de Jesús”. Sólo comprendiendo quién es el Hijo de María, comprenderemos quién es su Madre. La historia de la Iglesia nos muestra este camino. En el 431 el Concilio de Efeso tuvo la principal preocupación de resolver el problema cristológico reafirmando la unicidad de la persona de Cristo. Como consecuencia se derivó también de allí la confirmación del título de María de “Madre de Dios”.

La Virgen María y Jesús. Colegio de Santa Isabel
Marchena. Sevilla

Veinte años después, en el 451, el Concilio de Calcedonia definía el título de “Madre de Dios” como dogma; pero también aquí la finalidad principal era la de difundir la doctrina exacta sobre Jesús verdadero Dios, encarnado en el vientre de María Virgen. Así se quiso defender y reconocer la Divinidad de Jesús, Hijo de María.

 

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